España no necesita más extremos.
Lo que necesita es una mayoría silenciosa y sensata que diga: hasta aquí.
Que no mire a otro lado cuando la corrupción asoma.
Que no excuse lo inexcusable porque “son de los nuestros”.
Porque esto no va de partidos.
Va de principios.
Si el Parlamento bloquea a los jueces, si los poderosos se blindan mientras tú asumes las consecuencias de tus errores…
Entonces ya no hablamos de democracia.
Hablamos de privilegios.
Y por eso, hoy más que nunca, hace falta que el centro político despierte.
Que alce la voz.
Que no calle más.
No por ideología. Por dignidad.
Porque este país se construye desde la verdad.
No desde el silencio.
Y si nadie tiene el valor de decirlo…
Lo diremos nosotros.